Los Padres de la Patria Latinoamericana

Espacio creado con la intención de rendir homenaje a los Hombres y a las Mujeres que por su compromiso con las problemáticas de los pueblos, cada uno en su tiempo, en su país, desde su rol, protagonizaron las luchas y construyeron la Historia Latinoamericana. Y también a los Hombres y a las Mujeres que a día a día mantienen alzadas las banderas de la libertad y los derechos de los Pueblos.


jueves, 8 de julio de 2010

Mujeres sandinistas para la Historia II

Las mujeres en la lucha contra la dictadura somocista



Campesinas y luchadoras en la parte más dura de la guerrilla, la montaña



En el periodo de acumulación de fuerzas en silencio, la represión en la montaña tuvo entre sus victimas a las campesinas. De la denuncia que hacen un grupo de ellos recordamos a Maria Venencia y Amada Aguilar, Angela y Cándida García , y su desgarrador relato recogido en el poema de Ernesto Cardenal musicalizado por Carlos Mejia Godoy, las campesinas del Cua. Amada Pineda, mas tarde, fue también un ejemplo de coraje y valor, cuando su denuncia sobre múltiples violaciones en la montaña estremeció la opinión pública y desnudó lo que estaba pasando en las zonas rurales. Amada era dirigente organizada en las mujeres socialistas cuando hace la denuncia en el 75.



La participación en la montaña era muy dura. Las condiciones solo podían resistirla mujeres con temple especial. Ana Julia Guido, de origen campesino se incorporó muy joven a la vida guerrillera y en los entrenamientos en una escuela en San Jacinto, Telica, después del asalto al banco de Abisinia, me dio la primera lección de no mostrar debilidad en los ejercicios “para que los hombres no digan que las mujeres no podemos”.



Rosa Argentina Ortiz , anduvo en la montaña y fue herida de un escopetazo, en el combate en que pierde su ojo Juan de Dios Muñoz. Cae prisionera, le aplican una tortura denominada “la piñata”, desnuda y colgada se la bolean los guardias y de esa manera es violada en las cárceles de Rio Blanco. Menuda físicamente siempre conserva hasta hoy una grandeza moral digna y ejemplar. Y otra que resistió la montaña fue Raquel Balladares, la dentista que le sacó todas las muelas podridas a guerrilleros y los campesinos. Una campesina que nunca se me olvida es Mayra… ella estuvo también de correo con la ciudad. Bajita, blanquita del norte con una gran capacidad y coraje para llevar correspondencia pasando los retenes de la guardia en las carreteras y caminos. Ligada a la montaña, y como colaboradora indiscutible en Rosita, Bonanza, Siuna la entonces monja, Dorotea Wilson.



León después del terremoto de Managua en el 72



Era un hervidero de inquietudes y compromiso político. Las organizaciones estudiantiles como el FER eran un mecanismo de trabajo en las universidades, en los sindicatos y en los barrios. El movimiento cristiano que se organiza a finales de los 60 se concentraba principalmente en los colegios y hacia mucho trabajo en las comunidades urbanas y rurales. En esos años era indiscutible la activa participación de mujeres.



Del movimiento salieron mujeres que combinábamos la acción social con trabajo de concientización, mujeres de extracción popular como Silvia Torres, Amparo, Ivania, y también de clase media como Emilia Torres, Aurora Zamora, quien se casó con Oscar Perezcassar y Martina Meyrat. También recuerdo a Janette Currans, de familia ligada al régimen.



Del FER muchas mujeres como Martha Magaly Quintana, las hermana Mary y Gilda Bolt, Damaris Vázquez y Ana Isabel Morales. Cuando llegó a Leon a estudiar vivió en la casa de Oscar Perezcassar, y ahí la reclutamos para el Frente. Dejo la universidad al salir embarazada de su primera hija, y estuvo trabajando como cajera en un banco. Ella realizó un operativo de “recuperación” de dinero para la lucha. Creo que eran como 70 mil córdobas y luego asumió responsabilidades clandestinas en Carazo y en occidente.



A la osada Luz Marina Acosta una vez la perseguía un “oreja”, se agazapó en el dintel de una puerta leonesa y le cayó al guardia a patadas. “Le di en los huevos - me dijo-, porque esa es la parte mas débil de los hombres.” Cuando pasó a la clandestinidad tuvo la desdicha de enamorarse de Pedro Aráuz, quien -hay que decirlo- la encerró en una jaula, truncó su desarrollo como guerrillera, porque la puso a su lado en tareas de apoyo.



Un lugar especial en mis recuerdos lo tiene Lourdes Jirón. Cuando conocí a la chinita en los movimientos cristianos, era tan abnegada, tan entregada al trabajo que en una ocasión sufrió un shock de cansancio, mecanografiando día y noche un texto que le encargó Roberto Huembes, no me recuerdo que era. La chinita llegó a tener alta a responsabilidad política militar en Leon.



Pero no solo eran estudiantes. Había mujeres profesionales comprometidas de manera integral como la Dra. Vilma Núñez de Escorcia, la Dra Flores, quien a mi juicio se del debe por lo menos la orden Carlos Fonseca. En Chinandega doña Cela de Porras. Y mujeres como Santitos Bervis, que vendía diariamente carne en Baho. Ella nos fiaba con predilección a los militantes sandinistas que en muchas ocasiones no andábamos ni un peso para comer.



Algunas mujeres que llegaban de Managua a hacer algunos trabajos son imborrables para mí como Isabel Turcios,la chabela otras aparecían en labores clandestinas como Auxiliadora Huembes, o Maria Haydee Sequeira.



Las Segovias.



Cuando llegué a Ocotal a principios del 75 me vi rodeada de mujeres. La firme profesora Rosario Antúnez. Toda la familia de don Lucío Martinez, en la que destacaba Libia Martínez y sus tías, en particular Caya. La profesora Eva Sofia Olivas, nerviosa pero firme y cariñosa, y Luisa Molina.



En Condega había varias familias cuyos numerosos integrantes estaban de lleno en la lucha. R ecuerdo a la familia Centeno, en particular Amanda Centeno, Miriam, Luisa. La Familia Corrales, Vilma, Thelma y Miriam Corrales, las Gonzalez, varias de ellas cruelmente masacradas. En Somoto una joven y firme militante que además bailaba ballet, Rossana Espinoza y la profesora Luz Danelia Talavera quien colaboró también en Managua.



En Esteli no eran comunes los colaboradores como Rosario Altamirano, y es que también su mamá doña Susana, sus hermanas, Melba, Lesbia, Sayda y toda su familia colaboraba. Además estaban mujeres como Martha Marina Gonzalez quien luego estuvo en Carazo, clandestina. De la parte rural no tengo mucha información, pero recuerdo a Marlene Chavarria, de 15 años haciendo sentadillas y preparándose para irse a la Unidad de combate Bonifacio Montoya.



Otras colaboradoras históricas de Esteli, con cuya participación se sembró las posibilidades de las insurrecciones fueron América Rodriguez, Dolores Arroliga “Maria “y su hija la profesora Reyna Arróliga. También reclutamos a la empleada Paz, “pacita” quien se integró a todas las tareas, fue funcionaria del sistema penitenciario y actualmente vive en Tipitapa. Un roble estiliano fue doña Paulina Alonso, “mama Inés”, desde finales de los 60. En su casa vivió Carlos Fonseca. De ahí reclutamos a Ma. Auxiliadora Cruz, su sobrina, con quien compartimos meses de cárcel. Fue insustituible el apoyo de doña Mary Barreda y toda su familia, incluyendo su esposo don Felipe y sus hijas, Vicki, Indiana, Ana. Doña Mary, vivía cómodamente de la joyería de su marido, y además tenían fincas, pero era absolutamente cristiana y consecuente. Después del triunfo fueron capturados mientras participaba en una brigada de cortes de café. Ella fue asesinada junto con don Felipe. Doña Mary fue violada y torturada salvajemente. Nunca, acepte que su asesino y torturador confeso fuese puesto en libertad en el 89, al ser incluido en el paquete de amnistía que gestionó el cardenal Miguel Obando, hoy socio de Ortega.



En los años 75-78 Estelí tuvo mujeres en altas responsabilidades. Socorro Sirias y Sonia Uriarte, ambas de Leon y trasladadas clandestinas a las tareas político organizativas en esa ciudad. Socorro también reabrió Somoto después de la represión del 75. Siempre que se reivindica a Esteli como la ciudad heroica hay que recordar que lo que Francisco Rivera y Julio Ramos cosecharon en el terreno de la lucha insurreccional, no puede entenderse sin este trabajo de hormiga que durante varios años desarrollamos hombres y mujeres en estos lugares.



Cuando llegué en el 75, la gente no quería saber nada de organizarse. Nos preguntábamos si teníamos “fierros” para luchar contra Somoza. Que volviéramos cuando tuviéramos armas… La primera toma de iglesias en Esteli la hicimos con un comando clandestino, porque los jóvenes no entendían para qué tomarse las iglesias. Estaba en lo fino la huelga que cese el aislamiento de Tomas y Marcio y en todo el país los movimientos estudiantiles se tomaron las iglesias. En Esteli tuvimos que entrar con Felipe Escobar que era uno de los principales jefes militares entonces. Pero cuando se hizo la primera movilización en el 77, ya no se pudo parar a la gente. Yo sentí una intima satisfacción cuando por fin la gente se manifestaba.



Miriam Corea acababa de parir a Sasama cuando llegué a dormir a su casa en Esteli donde convivía con el poeta Ciro Molina. Yo acababa de mandar a mi hijo donde mi madre, así que me encantaba chinear a la bebita, y alguna vez le conté que yo también tenía un varón. Miriam también dejó a su hija con su familia y se fue a la guerrilla. Siempre ha sido una mujer optimista, muy solidaria y cariñosa. Nuestros hijos después se hicieron amigos, Pancasan, mi hijo, Luis Jonathan de Lucrecia Lindo, Sasama de Miriam y Shelim, hijo de Eleonora Rocha, “Clarita” quien fue parte del comando de asalto a la casa de Chema Castillo en 74.



En el 76 me ordenaron atender el recién reabierto trabajo en Matagalpa. Viajaba de Estelí a Matagalpa con alguna frecuencia. De ahí era la dulce Sadie Rivas, esta chavala- muerta hace unos años en un accidente- para mi es una heroína. Cuando la toma del cuartel de Matagalpa se distinguió por su valentía. Era osada, lanzada. Los hombres no tenían más alternativas que seguirla en arriesgadas operaciones de ataque casi suicida. Con sus ojazos azules, su piel de niña sorprendía a todos. La conocí en Managua, donde estuvo después de “la insurrección de los muchachos”, septiembre 78. De esa insurrección salen Janette Castillo, Isabel Castillo, Venancia y Mayra Gonzalez. No me olvidó de Martha Kraudy de tan osada “libretera”, organizó un grupo de chavalos dentro los cuales estaba mi hermana Zulema y se excedieron en las acciones por su cuenta. Al final la mandamos a Matagalpa.



De Matagalpa es ese roble llamado Doña Magda Torres, inquebrantable colaboradora histórica, también la trabajadora de salud organizada hasta hoy Ana Julia Gutierrez, y todas sus hijas: Ivania, Flor, Margine todas integradas a la lucha. Ir a la casa de Ana Julia siempre fue muy reconfortante. Además de la firmeza de su cooperación, nos atendía con rosquillas y buen café, unos frijolitos con crema que nunca olvido. Ya había nacido Arlen, hija de Flor y también me gustaba jugar con ella. Ahí llegó Margine Gutierrez, quien ya estaba estudiando y militando en Managua e inauguramos la costumbre de hablar toda la santa noche sin parar. Eso lo hicimos una y otra vez en la cárcel donde estuvimos juntas 6 meses. Eran grandes colaboradoras Norita, esposa de Rafael Tijerino y Martha Julia Lugo



Cuando fui capturada y mientras se realizaba el juicio en Matagalpa conocí y recluté a una de mis carceleras, la policía Carmen Azucena Rodríguez Prado. De una familia somocista, su hermano teniente de la EBBI cayó en el combate de la Cartonera en Leon. “La Prado”, como le decían en la Policía, comenzó sacando correspondencia, pero luego “recuperó” la subametralladora UZI de su hermano, que fue para nosotros una gran adquisición.



Un jurado de conciencia me absolvió de los cargos que me imputaban y se dio la orden de liberarme. Debia salir el 13 de Octubre, pero ese día el país amaneció incendiado por los ataques simultáneos en San Carlos en el Sur y San Fabian en el Norte. En San Carlos participa Nubia Arcia y la varios miembros de la familia de Guevara, entre ellos Gloria Guevara



En la Central de Policía de Managua, donde me trasladaron después de hacerme el pisa y corre, me encontré con Rosa Argentina Ortiz, Martha Isabel Cranshaw y Charlotte Baltodano. A todas las conocía de antes. Rosa Argentina de la universidad, a Martha Isabel a quien yo había reclutado para el Frente y era de los Movimientos Cristianos. Martha siempre fue como la conocemos hoy, con una mente muy critica, con una vida sin dobleces y gran espiritualidad. Creo que esas cualidades le permitieron desafiar a su duro padre, somocista hasta más no poder.



Conocía a Charlotte desde la legalidad, pero cuando pasé clandestina estuvimos integradas en un grupo que haría una recuperación de armas. Charlotte fue capturada en un operativo en el que a ella le tocaba lanzar una granada a un becat en movimiento. Luego llegaron Margine, Auxiliadora Cruz, Gloria Campos. Gloria es un ser especial. Ya había estado presa cuando “las casas quedaron llenas de humo”, pues ella estaba con Julio Buitrago y Doris en las Delicias del Volga. De una gran firmeza y lealtad y con una disposición a cualquier tarea que se le encargara. También llegaron Carmencita Gomez, embarazada, dio a luz en la cárcel, Yadira Baltodano, capturada en un asalto al Banco Nicaraguense¨, y Dominga, que cantaba a viva voz Jalisco como parte de nuestras actividades recreativas. Nunca he vuelto a saber de ella.

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